La afición sufrió una sacudida arbitral (Foto: J.L.Tenor)
Indignación
y triste espectáculo el que dio el árbitro balear del partido
Recre-Ponferradina. Condicionó sin duda el resultado final de un partido que el
Recre mereció ganar. No fue un partido tan brillante como el de Gijón o ante el
Betis, pero si un equipo mereció ganar, ese fue el Decano.
No
suelo indignarme con los árbitros, pero el de ayer me sacó de quicio. Y es que
la jugada de Córcoles en el penalti señalado fue tan limpia, que resulta difícil
entender como estando tan cerca no señaló córner y sí penalti. Sólo de haber
aplicado la física en la decisión, habría sido suficiente.
Ya
en la narración y a primera vista dije córner; en la repetición la claridad era
meridiana. Una tarjeta y un penalti injusto para abrir boca.
Y luego
está la segunda jugada en la que Córcoles saca limpiamente el balón y le marca otra
falta y otra tarjeta. Ya fue insoportable aguantar.
Pero
habría otro plato, que como la venganza, lo sirvió en frío el colegiado. Cuando
mejor estaba el Recre sobre el terreno de juego a pesar de estar con uno menos,
llega la segunda tarjeta de Fernando Vega para incrementar la indignación de la
grada contra el colegiado. Sibilinamente, Sueda Cuenca, siguió haciendo daño al
expulsar al lateral y dejar al Recre con nueve.
Han sido daños irreparables
en dos partidos consecutivos en casa. Me faltan cuatro puntos robados en la
clasificación.
Sólo podemos elevar las protestas a instancias federativas. Lo
malo es que Comas está más cerca de la Liga que de la Federación y Villar odia
a Tebas. Ya uno piensa de todo. Hasta de un interés del vasco en ver fuera de
la competición al Recre. Su Atletic de Bilbao sería el nuevo Decano.
Contaba
Jesús Vázquez a Antena Huelva Radio, que en Lugo pitó un árbitro de Santander
que entra en el vestuario del Racing como Perico por su casa.
Lo
malo es que estas protestas que no sirven de nada. Nuestra indignación irá pasando
y habrá que pensar en esta otra liga de cinco que vuelve a serlo.
La
liga de ocho equipos ha durado sólo una semana.
Y
dentro del partido estaba saber que haría la gente en los minutos quince de
cada tiempo. Las pitadas duraron lo que una saliva en una plancha; los pañuelos,
menos que en la plaza de toros de Nueva York.
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